23 de abril de 2015

Y colorín colorado...


 Este blog se ha acabado...

Parece increíble que fuera hace ya un año cuando empezó toda esta aventura. Hace ni más ni menos que 365 días me senté a la luz de mi flexo para crear este pequeño espacio literario. Fue algo tan espontáneo que me cuesta creer que hoy, un año después, pueda decir que he cumplido lo que me propuse, y más.
No solo he sido constante hasta el final y he conseguido respetar el calendario de publicación —bastante :P—, sino que he desarrollado el hábito de escribir con todo lo que ello conlleva. El compromiso de escribir un relato cada dos semanas no solo me ha ayudado a establecer un sistema de escritura efectivo para mí, también me ha convertido en una cazadora de ideas, siempre al acecho de una nueva historia.
Lo mejor de dejarse acompañar por la literatura, en cualquiera de sus formas, es que acabas viviendo de otra manera. Desautomatización lo llaman algunos. Leer y escribir no solo se trata de leer y escribir. Es desautomatizarse. Es rebelarse contra la monotonía y gritar ¡basta! Es dejarse llevar y reencontrarse con lo mágico. Es descubrir el cuento que espera a ser contado. Es estar presente, es volver a la vida.

Esta es la pinta que tenía el blog al principio

Y, por supuesto, la gran alegría de este viaje ha sido que no lo he hecho sola. Una de las cosas más bonitas de toda esta historia ha sido recibir vuestras opiniones y vuestros comentarios de ánimo. Ha sido precioso. Gracias a este blog he podido experimentar la emoción de saber que tu texto va a ser leído. Y no podré agradeceros lo suficiente ni expresar lo mucho que para mí han significado todos vuestros mensajes y visitas. En muchas ocasiones el saber que había alguien ahí al otro lado de la pantalla ha sido lo que me ha hecho seguir adelante con el proyecto y dar lo mejor de mí. Muchísimas gracias.


Algunas de las joyas que me habéis dejado

Las sorprendentes e internacionales estadísticas entre bastidores


Y sin más, para despedirme quiero compartir con vosotros un fragmento de Mario Vargas Llosa sobre la ficción. Desde que lo descubrí, siempre me arranca un suspiro:

«Gracias a los embustes de la ficción la vida aumenta, un hombre es muchos hombres, el cobarde es valiente, el sedentario nómada y prostituta la virgen. Gracias a la ficción descubrimos lo que somos, lo que somos y lo que nos gustaría ser. Las mentiras de la ficción enriquecen nuestras vidas, añadiéndoles lo que nunca tendrán, pero, después, roto su hechizo, las devuelven a su orfandad, brutalmente conscientes de lo infranqueable que es la distancia entre la realidad y el sueño. A quien no se resigna y, pese a todo, quiere lanzarse al precipicio, la ficción lo espera, con sus manos cargadas de espejismos erigidos con la levadura de nuestro vacío: "Pasa, entra, ven a jugar a las mentiras"».
Mario Vargas Llosa, Kathie y el hipopótamo

Gracias a todos los que habéis formado parte de A la luz del flexo. Feliz Día del Libro y que nunca dejéis de jugar a las mentiras...

Fin

15 de abril de 2015

De vuelta a los orígenes (y una sugerencia literaria)


 ¡Hola, compis aprendices!

Hoy quiero contaros una anécdota. Estos días estoy bastante sensiblona: ¡se acerca el día del Libro y con él el final de alaluzdelflexo.blogspot.com! Como esta es la última página de Mi cuaderno, quería escribir un relato con mucho mensaje, algo especial. Me puse manos a la obra y, partiendo de una idea muy buena (creo), llené tres páginas. Pensaba que sería uno de mis mejores relatos. ¿Y el resultado? Una gran caquita del whatsapp (:P).
Este fin de semana cuando lo terminé de escribir pensaba que era buenísimo. Llevaba semanas con la idea principal en la cabeza (quería jugar con la posibilidad de que Cupido pudiera tener un gemelo bastante desgraciado -digo... travieso-). Incluso había escrito una versión resumida que me gustaba. Pero claro, como estaba tan sensible por ser el último relato no me salió más que una ñoñada tras otra, así que cuando ayer me puse a CORREGIR y leí lo que en realidad había escrito supe que no era buen relato.
¿Y qué se puede sacar de esto? CORREGID. Hay una diferencia entre una persona que escribe y un escritor: la persona que escribe llena folios de letras; el escritor escribe, deja reposar y corrige hasta la saciedad.
Esto es algo que quiero incorporar a mis próximos proyectos. Confieso que yo no corrijo hasta la saciedad siempre. Pero sé que debería. Sí, las prisas, el tiempo, pensar que está perfecto nada más teclear el texto... Hay razones por las que no corregir, pero yo creo que hay que intentar ser humilde y responsable con la literatura. Probablemente no nos salga un Nobel a la primera (puede que nunca, hay que admitirlo), por eso hay que tratar de separarse del texto durante un tiempo proporcional a su extensión para, después de haber sacado a pasear al artista creador, dejemos espacio para el crítico objetivo. Son nuestros dos ayudantes y cada uno tiene su momento.

NOTA IMPORTANTE: primero el artista, luego el crítico. De la misma manera que hay que dejar espacio para el crítico después, no hay que dejarlo aparecer durante el proceso de escritura (se puede convertir en uno de los mejores agentes del bloqueo literario si se lo saca antes de tiempo).

Todo esto me ha recordado al primer relato que presenté a un concurso en mi instituto cuando tenía 12 años. Era de misterio y -espero- tenía gancho, pero he de confesar que me vi obligada a terminarlo con un final abierto porque ¡ni yo misma sabía cómo acababa! Si hubiese sacado a la pequeña crítica, lo habría visto enseguida. Justo después de presentarlo me di cuenta de que no estaba bien escrito porque por no saber, no sabía ni quién era el asesino, pero ya era tarde para retirarlo. Curiosamente, al parecer lo supe disimular bien porque quedé entre los primeros puestos, y para mí este relato siempre va a estar entre los primeros puestos de todo lo que yo escriba. No porque sea de los mejores que he escrito, sino por todo lo que aprendí de él. Fue entonces cuando me di cuenta de la importancia del crítico.
Por todo esto que me ha pasado y que me ha hecho echar la vista atrás, he querido compartir con vosotros este consejo literario. Yo no sé si tendré razón. Probablemente no. Cada uno tiene sus métodos, sobre todo en el arte (¿qué sería del arte si le ponemos cadenas?), así que hoy simplemente os cuento lo que a mí me funciona y espero que os ayude si sois escritores (o incluso productores de cualquier otro producto del arte en general: pintores, dramaturgos, directores de cine...). De hecho, he de confesar que yo misma me salto mis propias normas y métodos a veces -la semana pasada sin ir más lejos tuve que sacar a la crítica antes de tiempo para poder seguir con la creadora-.
Ya que estoy nostálgica os dejo a vuestra disposición un fragmento de ese primer relato del que tanto aprendí tal como lo escribí, y aprovecho para darle las gracias a esa niña de 12 años que un día se animó a escribir porque gracias a ella me picó el gusanillo. Espero que os sirva esta página de Mi cuaderno que ha sido algo diferente. Volver a los orígenes me ha parecido un buen final (aunque aún queda hasta el 23, ¿eh?) :)


-Solo los cadáveres soportan el ruido-

Pedro era un chaval de pueblo, un chaval típico de pueblo. No acostumbraba a meterse en líos, pero, de vez en cuando, se peleaba con otro muchacho que le sacaba de quicio. Ese otro chico se llamaba Miguel, y era un auténtico gamberro; se peleaba con otros chicos, era el tormento del profesorado y, además, cuando le tomaba manía a alguien como Pedro, no lo dejaba en paz hasta que conseguía su objetivo, sacarle de sus casillas. Esos dos chicos eran como los diferentes polos de varios imanes, se atraían, pero, una vez que estaban juntos no tenían el mismo efecto que el de los imanes.
Estos dos chavales vivían en un pequeño pueblo habitado por unas personas generalmente tranquilas y amables. El pueblo estaba en algún remoto lugar perdido entre la gran extensión de una montaña española.
Una noche en la que el silencio y la oscuridad reinaba en el pueblo, se oyó al abuelo de Miguel gritando en su casa, y además, un sonido infernal que hizo que todos los habitantes se llevaran las manos a las orejas intentando no oír, o por lo menos, suavizar el sonido. Miguel, impulsado por el amor que le unía a él y a su abuelo, se armó de valor y fue corriendo a ayudar a su querido abuelo. Para cuando llegó, era tarde, su abuelo había muerto.

(…)

En cuanto al caso de los abuelos sin resolver del todo, Pedro no le dio más vueltas porque pensó que pasarse la vida intentando resolver lo imposible, no era una vida, y tenía razón; pero Miguel, se pasó la mayor parte de su vida intentando descifrar el misterio hasta que se dio cuenta que hay cosas en la vida que es mejor no saber, pues no se le puede dar a un botón con el que borrar la verdad, que en algunos casos es mejor no conocer.
¿Sería este uno de esos casos? Nada ni nadie lo sabrá jamás, puede ser que la verdad fuese la esperada por las personas que hayan leído este relato, o no.
Fin


Y como veis, me quedé a gustico con el final :P Supongo que al jurado le resultaría gracioso xD


2 de abril de 2015

Entre luces y sombras


 -Entre luces y sombras-

—Baila conmigo.
Una figura se yergue ante ella y le tiende su mano, invitándola a bailar. A pesar de que las sombras no le permiten identificar el rostro de esa voz tan familiar se rinde ante la atracción que ejerce sobre ella y se levanta. Con un movimiento firme, casi agresivo, la aproxima hacia su cuerpo y atrapa su cintura con su brazo derecho, firme; la izquierda sostiene su mano y comienza el baile.
No hay música, solo oscuridad, el sonido de dos respiraciones y el reflejo de una mirada. Los pasos fluyen, su acompañante la guía con maestría; la mano sobre su cintura le indica qué hacer en cada momento: me desplazo hacia allá, ahora un giro, otro más....
De repente, el baile se vuelve violento. Los movimientos son cada vez más bruscos y las manos de la figura se convierten en garras que la oprimen.
—Más despacio, por favor -le pide-.
—¡Cállate!
Siente que se le hiela el alma. ¿Qué?
—¿Crees que no lo sé? -continúa la figura-. Solo eres un pedazo de carne sin vida. ¡No vales nada!
La obliga a girar muy rápido y la empuja sirviéndose del movimiento. Mientras ella sigue en el suelo, asustada, sisea:
—Levántate.
Como si se tratase de un imán, vuelve a las garras del animal, que se acerca a su oído y le susurra:
-No puedes esconderte. Todos saben lo que yo sé. Eres débil, no eres nadie, no vales nada. Tu existencia es tan solo una burla del universo.
—¿Quién eres? -pregunta ella, llorando-.
Su acompañante la inclina alcanzando un haz de luz y allí, entra luces y sombras, reconoce su propia imagen.