23 de abril de 2015

Y colorín colorado...


 Este blog se ha acabado...

Parece increíble que fuera hace ya un año cuando empezó toda esta aventura. Hace ni más ni menos que 365 días me senté a la luz de mi flexo para crear este pequeño espacio literario. Fue algo tan espontáneo que me cuesta creer que hoy, un año después, pueda decir que he cumplido lo que me propuse, y más.
No solo he sido constante hasta el final y he conseguido respetar el calendario de publicación —bastante :P—, sino que he desarrollado el hábito de escribir con todo lo que ello conlleva. El compromiso de escribir un relato cada dos semanas no solo me ha ayudado a establecer un sistema de escritura efectivo para mí, también me ha convertido en una cazadora de ideas, siempre al acecho de una nueva historia.
Lo mejor de dejarse acompañar por la literatura, en cualquiera de sus formas, es que acabas viviendo de otra manera. Desautomatización lo llaman algunos. Leer y escribir no solo se trata de leer y escribir. Es desautomatizarse. Es rebelarse contra la monotonía y gritar ¡basta! Es dejarse llevar y reencontrarse con lo mágico. Es descubrir el cuento que espera a ser contado. Es estar presente, es volver a la vida.

Esta es la pinta que tenía el blog al principio

Y, por supuesto, la gran alegría de este viaje ha sido que no lo he hecho sola. Una de las cosas más bonitas de toda esta historia ha sido recibir vuestras opiniones y vuestros comentarios de ánimo. Ha sido precioso. Gracias a este blog he podido experimentar la emoción de saber que tu texto va a ser leído. Y no podré agradeceros lo suficiente ni expresar lo mucho que para mí han significado todos vuestros mensajes y visitas. En muchas ocasiones el saber que había alguien ahí al otro lado de la pantalla ha sido lo que me ha hecho seguir adelante con el proyecto y dar lo mejor de mí. Muchísimas gracias.


Algunas de las joyas que me habéis dejado

Las sorprendentes e internacionales estadísticas entre bastidores


Y sin más, para despedirme quiero compartir con vosotros un fragmento de Mario Vargas Llosa sobre la ficción. Desde que lo descubrí, siempre me arranca un suspiro:

«Gracias a los embustes de la ficción la vida aumenta, un hombre es muchos hombres, el cobarde es valiente, el sedentario nómada y prostituta la virgen. Gracias a la ficción descubrimos lo que somos, lo que somos y lo que nos gustaría ser. Las mentiras de la ficción enriquecen nuestras vidas, añadiéndoles lo que nunca tendrán, pero, después, roto su hechizo, las devuelven a su orfandad, brutalmente conscientes de lo infranqueable que es la distancia entre la realidad y el sueño. A quien no se resigna y, pese a todo, quiere lanzarse al precipicio, la ficción lo espera, con sus manos cargadas de espejismos erigidos con la levadura de nuestro vacío: "Pasa, entra, ven a jugar a las mentiras"».
Mario Vargas Llosa, Kathie y el hipopótamo

Gracias a todos los que habéis formado parte de A la luz del flexo. Feliz Día del Libro y que nunca dejéis de jugar a las mentiras...

Fin

15 de abril de 2015

De vuelta a los orígenes (y una sugerencia literaria)


 ¡Hola, compis aprendices!

Hoy quiero contaros una anécdota. Estos días estoy bastante sensiblona: ¡se acerca el día del Libro y con él el final de alaluzdelflexo.blogspot.com! Como esta es la última página de Mi cuaderno, quería escribir un relato con mucho mensaje, algo especial. Me puse manos a la obra y, partiendo de una idea muy buena (creo), llené tres páginas. Pensaba que sería uno de mis mejores relatos. ¿Y el resultado? Una gran caquita del whatsapp (:P).
Este fin de semana cuando lo terminé de escribir pensaba que era buenísimo. Llevaba semanas con la idea principal en la cabeza (quería jugar con la posibilidad de que Cupido pudiera tener un gemelo bastante desgraciado -digo... travieso-). Incluso había escrito una versión resumida que me gustaba. Pero claro, como estaba tan sensible por ser el último relato no me salió más que una ñoñada tras otra, así que cuando ayer me puse a CORREGIR y leí lo que en realidad había escrito supe que no era buen relato.
¿Y qué se puede sacar de esto? CORREGID. Hay una diferencia entre una persona que escribe y un escritor: la persona que escribe llena folios de letras; el escritor escribe, deja reposar y corrige hasta la saciedad.
Esto es algo que quiero incorporar a mis próximos proyectos. Confieso que yo no corrijo hasta la saciedad siempre. Pero sé que debería. Sí, las prisas, el tiempo, pensar que está perfecto nada más teclear el texto... Hay razones por las que no corregir, pero yo creo que hay que intentar ser humilde y responsable con la literatura. Probablemente no nos salga un Nobel a la primera (puede que nunca, hay que admitirlo), por eso hay que tratar de separarse del texto durante un tiempo proporcional a su extensión para, después de haber sacado a pasear al artista creador, dejemos espacio para el crítico objetivo. Son nuestros dos ayudantes y cada uno tiene su momento.

NOTA IMPORTANTE: primero el artista, luego el crítico. De la misma manera que hay que dejar espacio para el crítico después, no hay que dejarlo aparecer durante el proceso de escritura (se puede convertir en uno de los mejores agentes del bloqueo literario si se lo saca antes de tiempo).

Todo esto me ha recordado al primer relato que presenté a un concurso en mi instituto cuando tenía 12 años. Era de misterio y -espero- tenía gancho, pero he de confesar que me vi obligada a terminarlo con un final abierto porque ¡ni yo misma sabía cómo acababa! Si hubiese sacado a la pequeña crítica, lo habría visto enseguida. Justo después de presentarlo me di cuenta de que no estaba bien escrito porque por no saber, no sabía ni quién era el asesino, pero ya era tarde para retirarlo. Curiosamente, al parecer lo supe disimular bien porque quedé entre los primeros puestos, y para mí este relato siempre va a estar entre los primeros puestos de todo lo que yo escriba. No porque sea de los mejores que he escrito, sino por todo lo que aprendí de él. Fue entonces cuando me di cuenta de la importancia del crítico.
Por todo esto que me ha pasado y que me ha hecho echar la vista atrás, he querido compartir con vosotros este consejo literario. Yo no sé si tendré razón. Probablemente no. Cada uno tiene sus métodos, sobre todo en el arte (¿qué sería del arte si le ponemos cadenas?), así que hoy simplemente os cuento lo que a mí me funciona y espero que os ayude si sois escritores (o incluso productores de cualquier otro producto del arte en general: pintores, dramaturgos, directores de cine...). De hecho, he de confesar que yo misma me salto mis propias normas y métodos a veces -la semana pasada sin ir más lejos tuve que sacar a la crítica antes de tiempo para poder seguir con la creadora-.
Ya que estoy nostálgica os dejo a vuestra disposición un fragmento de ese primer relato del que tanto aprendí tal como lo escribí, y aprovecho para darle las gracias a esa niña de 12 años que un día se animó a escribir porque gracias a ella me picó el gusanillo. Espero que os sirva esta página de Mi cuaderno que ha sido algo diferente. Volver a los orígenes me ha parecido un buen final (aunque aún queda hasta el 23, ¿eh?) :)


-Solo los cadáveres soportan el ruido-

Pedro era un chaval de pueblo, un chaval típico de pueblo. No acostumbraba a meterse en líos, pero, de vez en cuando, se peleaba con otro muchacho que le sacaba de quicio. Ese otro chico se llamaba Miguel, y era un auténtico gamberro; se peleaba con otros chicos, era el tormento del profesorado y, además, cuando le tomaba manía a alguien como Pedro, no lo dejaba en paz hasta que conseguía su objetivo, sacarle de sus casillas. Esos dos chicos eran como los diferentes polos de varios imanes, se atraían, pero, una vez que estaban juntos no tenían el mismo efecto que el de los imanes.
Estos dos chavales vivían en un pequeño pueblo habitado por unas personas generalmente tranquilas y amables. El pueblo estaba en algún remoto lugar perdido entre la gran extensión de una montaña española.
Una noche en la que el silencio y la oscuridad reinaba en el pueblo, se oyó al abuelo de Miguel gritando en su casa, y además, un sonido infernal que hizo que todos los habitantes se llevaran las manos a las orejas intentando no oír, o por lo menos, suavizar el sonido. Miguel, impulsado por el amor que le unía a él y a su abuelo, se armó de valor y fue corriendo a ayudar a su querido abuelo. Para cuando llegó, era tarde, su abuelo había muerto.

(…)

En cuanto al caso de los abuelos sin resolver del todo, Pedro no le dio más vueltas porque pensó que pasarse la vida intentando resolver lo imposible, no era una vida, y tenía razón; pero Miguel, se pasó la mayor parte de su vida intentando descifrar el misterio hasta que se dio cuenta que hay cosas en la vida que es mejor no saber, pues no se le puede dar a un botón con el que borrar la verdad, que en algunos casos es mejor no conocer.
¿Sería este uno de esos casos? Nada ni nadie lo sabrá jamás, puede ser que la verdad fuese la esperada por las personas que hayan leído este relato, o no.
Fin


Y como veis, me quedé a gustico con el final :P Supongo que al jurado le resultaría gracioso xD


2 de abril de 2015

Entre luces y sombras


 -Entre luces y sombras-

—Baila conmigo.
Una figura se yergue ante ella y le tiende su mano, invitándola a bailar. A pesar de que las sombras no le permiten identificar el rostro de esa voz tan familiar se rinde ante la atracción que ejerce sobre ella y se levanta. Con un movimiento firme, casi agresivo, la aproxima hacia su cuerpo y atrapa su cintura con su brazo derecho, firme; la izquierda sostiene su mano y comienza el baile.
No hay música, solo oscuridad, el sonido de dos respiraciones y el reflejo de una mirada. Los pasos fluyen, su acompañante la guía con maestría; la mano sobre su cintura le indica qué hacer en cada momento: me desplazo hacia allá, ahora un giro, otro más....
De repente, el baile se vuelve violento. Los movimientos son cada vez más bruscos y las manos de la figura se convierten en garras que la oprimen.
—Más despacio, por favor -le pide-.
—¡Cállate!
Siente que se le hiela el alma. ¿Qué?
—¿Crees que no lo sé? -continúa la figura-. Solo eres un pedazo de carne sin vida. ¡No vales nada!
La obliga a girar muy rápido y la empuja sirviéndose del movimiento. Mientras ella sigue en el suelo, asustada, sisea:
—Levántate.
Como si se tratase de un imán, vuelve a las garras del animal, que se acerca a su oído y le susurra:
-No puedes esconderte. Todos saben lo que yo sé. Eres débil, no eres nadie, no vales nada. Tu existencia es tan solo una burla del universo.
—¿Quién eres? -pregunta ella, llorando-.
Su acompañante la inclina alcanzando un haz de luz y allí, entra luces y sombras, reconoce su propia imagen.


31 de marzo de 2015

«Herrete»

(sust,) Remate de plástico o metal que se pone en el extremo de los cordones o cintas para que puedan pasar por agujeros con facilidad.

18 de marzo de 2015

Un haiku


 ¡Hola, aprendices!
Últimamente me ha dado por investigar géneros menos comunes para mí y maneras alternativas de escribir, y uno de mis hallazgos ha sido el haiku. “¿Y qué narices es un haiku?”, me pregunté yo. Pues se trata de un género lírico japonés que consiste en plasmar un sentimiento con gran sutileza y delicadeza en tres versos que midan 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente, sin rima. Por lo que he leído, los japoneses lo comparan con una pequeña flor.
En esta ocasión me gustaría agradecer a Moha su colaboración. Por servirme de bípode y ayudarme a tomar las fotografías, y sobre todo por recordarme que la vida es intensidad; que si hay que subirse a una barandilla con una caída de 3 metros para hacer una foto, se sube; que si hay que esperar a que dos pájaros se posen juntos para conseguir la instantánea perfecta, se espera; que al fin y al cabo, somos coleccionistas de recuerdos e historias. Gracias, señorito.
Y aquí está mi intento de haiku:
Vuela el gorrión
allá alto sobre el cielo.
Y ya no vuelve.


    Como siempre, os espero en los comentarios, pero esta semana contestaré después del puente porque me voy de viaje. ¡Disfrutad mucho de este paréntesis vacacional! :)

    PD: ya que el texto es tan cortito, me gustaría compartir este monólogo. Es una escena preciosa, y me parece muy apropiada por aquello del día del padre:

https://www.youtube.com/watch?v=RAEB7HeNHEM



16 de marzo de 2015

11 de marzo de 2015

«Palíndromo»

(sust.) Palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, como kayak.

4 de marzo de 2015

Un poema dadaísta


¡Hola, compañeros!
Hoy vengo con algo diferente: la propuesta vanguardista de Tristan Tzara, el gran representante del movimiento dadaísta. Él propone en su poema Para hacer un poema dadaísta que para ello hay que recortar las palabras de un artículo de periódico, desordenarlas y copiarlas en el orden en el que salgan. Y eso he hecho.
Personalmente no soy una gran admiradora de las vanguardias. Considero que su valor yace en el hecho de cuestionar todo lo que hasta entonces se daba por sentado, pero la verdad es que no soy demasiado adepta a los resultados artísticos que obtienen. No obstante, desde que leí el poema de Tzara hace ya dos años y medio quería probar a ver qué salía. Y esto que os traigo es lo que ha salido: yo lo que he hecho ha sido coger un periódico y sacar los sustantivos que me parecían más impactantes y representativos de la actualidad de los titulares. No sé qué os parecerá, pero a mí me han impactado varias combinaciones de palabras que han salido al azar. A ver qué pensáis. Os espero en los comentarios:


-2 de marzo del 2015-

Cataluña Rajoy cárcel dron Internet trama Madrid
Alemania Barça Facebook dinero pérdida fallecidos
religión América derecho economía socialistas estadounidense
extranjero Oriol Madrid magistrado Berlín espías Andalucía Pujol
cobro diplomacia fuego Generalitat Justicia pago
carretera Bolsa mercado prisión Atenas EEUU LadyGaga
DiCaprio comisiones Rescate Brasil Ucrania PSOE directivos
PP Ancelotti Eurogrupo racional tensión muertos
banco Gobierno Rusia Grecia Oferta IRPF Podemos
Rihanna Alcaldía chantaje denuncia Ejecutivo bursátil
Bankia Mónaco Zuckerberg juez España Cuba personas
Castro Ciudadanos aparatos Tecnología conspiración violación.


25 de febrero de 2015

«Arrebol»

(sust.) Color rojo de las nubes iluminadas por los rayos del Sol y, por extensión, el mismo color en otros objetos, especialmente en el rostro.

18 de febrero de 2015

Como Estellés


 ¡Hola, aprendices!
¡Hoy empezamos el miércoles más que puntuales! Para el relato de esta semana tocaba ponerse ñoña con eso de San Valentín. La verdad es que no es una celebración que me entusiasme, pero tenía este relato pendiente desde hacía tiempo así que he aprovechado la ocasión para escribirlo por fin.
Os recomiendo leer antes el poema Els amants, de Vicent Andrés Estellés. Además de que creo que es un texto indispensable, construyo gran parte del relato sobre ese poema, así que si lo leéis entenderéis mejor las referencias que hago.
        Me gustaría hacer un breve paréntesis y daros las gracias a quienes sigáis leyendo mis relatos, en especial a una aprendiz que hoy mismo me ha comentado que una de las razones por las que se ha animado a retomar el hábito de la lectura ha sido este blog. Me hace muy feliz ser una pequeña parte de algo tan grande como eso. Gracias a todos los que os reunís conmigo a la luz del flexo.
        Sin más, os dejo disfrutar con mi poeta favorito, y espero que también un poquito con mi texto:

-Como Estellés-

Entró a la librería cavilando sobre sus personajes. Quería terminar el borrador de la primera parte de su novela esa misma noche y celebrarlo después con los versos de Estellés. Se dirigió a la estantería de literatura valenciana y comenzó a buscar.
—¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó una voz suave.
—Estoy buscando Llibre de les meravelles, de Vicent Andrés Estellés.
—Ah, «no hi havia a València dos amants com nosaltres», ¿verdad? —dijo sonriendo de soslayo mientras empezaba a buscar el título.
No podía dejar de mirar a la librera que acababa de citar uno de sus versos favoritos. Se fijó en cómo sus rizos caían sobre su hombro izquierdo en una cascada azabache, en cómo fruncía sus labios y entornaba los ojos tras las gafas concentrada en la búsqueda. Sus ojos parecían estar hechos de tinta. El eco de la voz del poeta llenaba su mente de versos, de besos i arraps per terra. Ella daba vida al poema.
Cuando llegó a casa trató de trabajar en su novela, pero no podía pensar más que en ella. Acudían a su mente las palabras del valenciano en su boca, el recuerdo de su voz, de sus ojos, de la caída de su pelo hacia sus caderas... Escribió toda la noche, pero esa noche la escribió a ella.
Durante las dos semanas siguientes todo le recordaba a la librera. Su mente reproducía el timbre de su voz mientras leía a Estellés, las estanterías llenas de libros traían a su memoria su anatomía, cuando encontraba un texto que le gustaba se preguntaba si ella también lo habría leído y qué impresión tendría.
Un día buscó en Internet cualquier rastro que pudiera encontrar sobre ella. Estaba decidida a averiguar su nombre. Pasó horas tratando de encontrar alguna pista que pudiera llevarla hasta ese maldito dato, pero fue inútil: no había nada. Volvió a entrar decaída en la página de la librería y esta vez encontró algo que se le había pasado por alto antes: el viernes había una sesión de micro abierto para leer textos propios. ¡Ya está! Leería el texto que escribió esa primera noche.
Cuando llegó el día se pasó la mañana tachando, reescribiendo y volviendo a tachar. Andaba por su piso de un lado para otro repasando el texto una y otra vez, no pudo ni comer. ¿Funcionaría, le gustaría el texto? Se probó su falda favorita, después sus pantalones rotos, primero pelo liso, luego se lo rizó... Cuando por fin llegó la hora arrancó la hoja de su cuaderno, la metió en un bolsillo, tomó una gran bocanada de aire y salió.
Habían colocado unas pocas sillas en el centro de la librería. El ambiente era tranquilo y relajado, pero ella casi no podía respirar. La hoja de papel le temblaba entre las manos cuando veía que la librera se paraba a escuchar algunos de los textos que leían. Una de las veces la había reconocido entre el público y la había saludado desde lejos. Su turno era el siguiente. Cuando la llamaron y se puso de pie le falló la vista por un momento y todo se volvió negro, pero abrió los ojos, respiró hondo y caminó al frente. La buscó entre la gente, la miró un instante a los ojos y de repente el mundo no importaba, solo eran ellas, ellas y la literatura. Leyó:

«Como Estellés, yo no comprendo el amor de Bécquer.
Y como Estellés, tampoco comprendo el de Petrarca.
Comprendo el amor de un valenciano que no era amable, sino brusco y salvaje.
Comprendo que el amor, algunas veces, se hace mejor en el suelo,
y que la mejor de las noches es la que te roba el sueño.
Pero hoy no es el amor quien me quita el sueño porque no te tengo.
Ven conmigo. Citemos a Estellés esta noche».

Terminó y volvió a mirar a su librera. Ella bajó la mirada escondiendo una sonrisa. Sonrió de vuelta y caminó hacia ella.
— ¿Cómo te llamas?



21 de enero de 2015

Grito de guerra


¡Hola, aprendices!
Hoy os traigo una especie de ensayo que quiero dedicar a Marina, porque sabe hacerme reír y porque sabe hacerme pensar, algo que para mí no tiene precio. Espero que lo disfrutéis y, como siempre, os espero en los comentarios:

-Grito de guerra-

«Palabras, palabras, palabras»
Hamlet, W. Shakespeare

¿Sabes qué tienen en común cosa y te quiero? Significan lo mismo: todo, y nada. Cosa es un ejemplo clásico de lo que algunas gramáticas llaman palabras comodín«Había muchas cosas en el desván». A mí me dicen eso y me asusto: ¿qué había allí, por Dios: herramientas, juguetes antiguos, cadáveres descuartizados en tarros...? Pues estas, amigos, son las palabras comodín.
Lo cierto es que son realmente cómodas. Solemos padecer de un cierto grado de horror vacui y cuando nuestra verborrea se ve frustrada por el desconocimiento de nuestra propia lengua recurrimos a ellas pateando el trasero del vasto léxico español. ¿O es que esta tarde no le contabas a tu amiga cómo el protagonista de la peli le decía un poema a la chica para conquistarla? No se lo decía: se lo recitaba.
De acuerdo, no somos diccionarios con patas y, según el registro de la lengua que estemos empleando, el hecho de que alguien te haya dicho un insulto en vez de proferírtelo tendrá más o menos importancia. Lo que sí me viene preocupando últimamente es el atentado que estamos cometiendo contra el te quiero: lo estamos convirtiendo en una palabra comodín —ya, técnicamente no es una palabra; lo tengo en cuenta—.
Tenemos la mala costumbre de decirlo cuando no sabemos qué decir; porque “pega”, porque es cómodo. ¿Cuántas sábanas retendrán aún el eco de un “te quiero” falso? ¿No quedaba bien decirle “te quiero” después de ese paseo por la playa? Pues no, no quedaba bien. A no ser que sientas algo parecido a lo que cantaba Elton John en Your song y que te vaya a durar más de unas dos semanas, créeme, puedes ahorrártelo. Si lo sientes, bien. Si no lo sientes, también; pero no caigamos en la hipocresía.
Más de una vez he tenido alguna crisis "artístico-lingüística": ¿qué valor tienen las palabras?, ¿de verdad importan?, ¿realmente se puede cambiar algo con ellas? En un mundo en el que los mensajes con más difusión están reducidos a 140 caracteres, faltas de ortografía incluidas, y en el que el adiós es la palabra inmediata al te quierono es descabellado plantearse estas cuestiones.
No obstante, suelo llegar a la conclusión de que mientras haya un solo loco que siga creyendo que sí, que las palabras aún pueden mover montañas, habrá esperanza. Mientras una lágrima siga escapándose por Helen Burns, habrá esperanza. Mientras un alma siga conmoviéndose ante la parálisis de Didi y Gogo, habrá esperanza.
Con cada te quiero vacío que pronunciamos le estamos arrancando su significado, su valor. Empecemos por salvarlo a él. Mimémoslo porque está enfermo. Vamos a devolverle su fuerza, y después sigamos con las demás palabras. Aún hay esperanza. Esperanza de acudir en su ayuda, esperanza de volver a creer en ellas, esperanza de salvar el valor de tu propia palabra. Empecemos una revolución.


7 de enero de 2015

Fénix


 ¡Hola, aprendices!
¡Hoy arranca el 2015 a la luz del flexo! Espero que no hayáis recibido mucho carbón y que este enero se porte bien con todos. Desde luego, el año nuevo viene cargadito de retos, pero no hay nada que la buena música, una taza de té y algo de literatura furtiva no pueda arreglar.
Para la página de Mi cuaderno de hoy —como me temía— he tenido que acudir al baúl de los recuerdos (¡uoh!) y rescatar uno de mis relatos para publicar a tiempo. En este caso escribí el texto a partir de la foto. Es una buena manera de inspirarse para escribir. Espero que os guste:


-Fénix-

“Habitación 609”: eso dice el epitafio de mi tumba. Me encuentro en la 609 de un hostal, buhardilla. Hace un frío de cojones; no he podido hacer nada con la puta gotera del baño, salvo colocar debajo uno de los vasos de eso que he decidido tomar por whisky. Creo que esta es mi tercera noche aquí, y digo noche porque durante el día corro las cortinas e intento dormir.
Hoy hay una orgía en mi cama. El señor tequila, el señor vodka, tú y yo nos lo estamos pasando de puta madre. Acabamos de despedirnos de Hada, que tenía que trabajar y nos ha dejado sus polvos mágicos. ¿He dicho que tú estás aquí? Bueno, de alguna manera sí; tu recuerdo es ahora mi fantasma. Además, esta noche tenemos un juego muy divertido: se llama “bebe en línea”. Consiste en que cada vez que te veo en línea y me ignoras, chupito, y el que se la pille más gorda, gana. Se me da muy bien.
En realidad, a veces tengo un poco de miedo. No nos reconozco en el espejo. A ti te busco y ya no te encuentro, y yo... Yo no soy eso que me mira con ojos rotos y vacíos. Algunos arañazos se marcan en la piel de ese cuerpo lánguido que veo enfrente: son el castigo de la bestia que en ocasiones reclama tu olor. Mi lengua solo reconoce el sabor de la botella de 4, mi olfato ha aprendido a ignorar los olores mugrientos e inmorales del ambiente, y mis oídos se drogan con esa canción. Mi piel siempre está fría. Tengo la sensación de que me expulsaste del País de las Maravillas, y de que yo ya no sé volver. Ahora solo puedo esperar a consumirme con las cenizas de mi cigarro.