¡Hola,
aprendices!:
Esta
semana os traigo un relato basado en la escultura “Laocoonte y sus
hijos” y el mito que hay detrás de tan imponente obra. Siempre me
ha suscitado algo. La considero una escultura bella, potente,
sublime. Me inspira.
Decidí
investigar sobre quién era Laocoonte, y así fue cómo descubrí que
era un sacerdote troyano que advirtió a los mismos de que no
aceptaran el famoso caballo, ya que podía tratarse de una trampa del
astuto Ulises. Por una serie de razones, esto encolerizó a Atenea,
por lo que envió a las serpientes. Los troyanos aceptaron el caballo
pensando que si no lo hacían también serían castigados, y así
cayó Troya. ¿Interesante, verdad?
Espero
que os guste mi reescritura de una parte del mito. Os espero en
los comentarios:
-Laocoonte y sus hijos-
Laocoonte auguraba su destino. Entre gemidos y fríos sudores
escuchaba la voz de la diosa Atenea. Estaba furiosa y su inquina se
confundía entre letales siseos. El sacerdote presentía el avance
viscoso de las serpientes sobre el agua, el imparable reptar hacia
sus presas, sus afilados colmillos supurando veneno, sus ardientes
ojos sedientos de muerte... Pero no era solo una intuición.
El aullido desesperado de su primogénito lo arrancó de las garras
de Morfeo y se precipitó hacia el aposento de sus hijos. La trágica
escena sumió al padre estremecido
en un profundo horror. Laocoonte presenció a sus niños
cubiertos de sangre tratando de
escapar del abrazo de los ofidios y contempló las manchas
negras de ponzoña en sus carnes, que estaban siendo desgarradas por
los reptiles entre gritos de terror y súplicas de clemencia.
–¡Padre, ayúdame! –chilló el menor alargando la mano hacia su
padre e intentando clavar sus pequeñas uñas en el frío mármol.
Laocoonte, ciego de ira y dolor, se abalanzó sobre las serpientes
con la única ayuda de sus propias manos. El hombre contra las
bestias. Una batalla digna y sublime. Cada músculo, cada fibra, cada
tendón en tensión participaban en la agonía de un padre que, en su
interior, sabía que sus pequeños perecerían con él.
El humano intentaba desprenderse de los anillos escamosos con gran
fuerza y valentía, el sacerdote imploraba la intervención divina,
pero no habría ayuda ni nepente para él y los suyos, y Laocoonte
bramó a los cielos cuando el veneno se inyectó por fin en su
costado izquierdo. Con la mirada perdida en la inmensidad del celeste
y una lágrima hecha de honor y tormento, el padre se desplomó sobre
sus rodillas, rendido y rodeado por los cadáveres de sus hijos.
Antes de la completa expiración de su existencia, su asesina reptó por su cuerpo, lenta, fría, maligna, y le susurró al oído:
Antes de la completa expiración de su existencia, su asesina reptó por su cuerpo, lenta, fría, maligna, y le susurró al oído:
–Troya caerá con vosssotrossss.
Y, así, murió Laocoonte.
Y, así, murió Laocoonte.
Muere hasta el apuntador, ya que la reescribes podrías dar algo de esperanza no?
ResponderEliminarTu vecino más próximo.
Prefería ser fiel al mito. Esta vez el reto lo he centrado mucho más en la forma que en el contenido, pero es una sugerencia interesante. Muchas gracias por comentar!
EliminarPrecioso. Sigue escribiendo acerca de la mitología clásica y así podremos recordar y aprender sobre este tema tan interesante y con tantísimo doble sentido.
ResponderEliminarTu fan número uno ��
Muchas gracias! Puede que repita con la mitología. Ya veremos en un futuro :)
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